La investigación judicial sobre la muerte de Diego Maradona reveló una pelea con su médico, Dr. Leopoldo Luque, a quien echó de country San Andrés. Rechazaba que lo controlaran.

Los testimonios recabados hasta ahora por la Justicia coinciden en que Diego Maradona se peleó con el doctor Leopoldo Luque la semana pasada y lo echó de la casa. El ex jugador pasaba horas encerrado en su habitación y no permitía que nadie monitoreara su estado de salud. El detalle de sus últimas horas de vida.

Diego Armando Maradona tuvo una “pelea” con el médico Leopoldo Luque el jueves pasado y el profesional no volvió en todo el fin de semana. Solía ocurrir. Según declaró el enfermero Ricardo, Diego empujó a Luque, echándolo. Pero hay otra declaración en la que se manifiesta que hubo un golpe de puño. Por momentos, Maradona no quería ni que lo toquen ni que lo despierten ni que lo controlen: pasaba horas encerrado en su habitación. Hasta que lo encontraron sin vida cerca de las 12 del miércoles.

Los enfermeros brindaron testimonios contradictorios producto de una realidad: Diego no permitía que entren a la habitación. Eso se tradujo en que el control era desordenado y con altos y bajos. Es más, una enfermera declaró que “Maradona no estaba en internación domiciliaria. Estaba dado de alta”. Está claro que nadie vislumbraba el peligro.

Ricardo, el enfermero de la noche, informó que a las 6.30 entró a la habitación y Maradona estaba con vida. Dahiana, la que tomó turno después, escribió que 7.30 lo escuchó yendo al baño y que a las 8.20 o 9.20 Maradona se negó a los controles. Son afirmaciones muy difíciles de constatar porque el astro se enfurecía cuando alguien entraba o lo tocaba. Está claro que Dahiana puso eso en el informe porque era su deber hacer el control, pero todo indica que no ingresó a ver a Maradona. Es más, hay testimonios que indican que el astro ni siquiera recibía la medicación de los enfermeros, sólo de su sobrino Johny y su asistente, Maxi.

Los fiscales de San Isidro que intervienen en el caso, bajo la conducción de John Broyard, investigan posibles negligencias. Por esa razón no llamaron a declarar hasta ahora a los dos personajes claves de la historia: el neurocirujano Leopoldo Luque y la psiquiatra Agustina Cosachov. Se supone que Maradona estaba bajo el control de ambos profesionales y los fiscales deben decidir si los llaman a declarar como testigos o si les imputan algún delito. Lo concreto es que según los testimonios que están en la causa, al barrio San Andrés no concurrió ningún médico durante todo el fin de semana largo, aunque hubo consultas telefónicas. Los fiscales investigan si esa falta de atención implica algún delito.

Según los datos que constan en el expediente, el último control, a las 21.30 del martes, dejó establecidos los siguientes valores. Presión 130/100; frecuencia cardíaca 107; temperatura 36,8 y saturación de oxígeno 98. Los parámetros seguramente llevan a una polémica de si debió concurrir un médico porque tal vez los datos eran inquietantes para un paciente con antecedentes cardíacos serios. Sin embargo, el riesgo cardíaco no estaba en el horizonte de quienes lo trataban.

El incidente entre Luque y Maradona se produjo el jueves pasado y fue testimoniado tanto por Ricardo como por la cocinera Monona. Esta última lo describió así: “Era común que se enoje y que echara a la gente. Hasta al médico le quería pegar para que se vaya”. Según parece, el golpe existió. Ricardo, el enfermero, dijo que lo que hubo fue un empujón. Lo cierto es que los testimonios coinciden en que no hubo ningún médico durante el fin de semana largo, aunque los fiscales están chequeando ese dato, porque hay declaraciones que cuentan que Diego lo echaba un día y pedía que vuelva al día siguiente.

La polémica en verdad se remite al momento en que se fue de la Clínica Olivos. Los médicos de Swiss Medical no estaban de acuerdo en que se fuera a una casa e insistían en que debía ir a un instituto donde realizar la rehabilitación toxicológica y neurológica. La idea era un lugar de internación intermedia, con control, pero no que vuelva a estar en un lugar en el que no está claro quién entra y quién sale y manejado por los mismos profesionales que lo manejaban antes de su cumpleaños 60, cuando se lo vió como un zombie, casi sin poder hablar ni caminar. De todas maneras, la voluntad del propio Maradona tenía un peso decisivo y finalmente se fue a la casa del barrio San Andres, en Tigre.

Las autoridades de Swiss Medical anunciaron que este viernes entregarían en la fiscalía de Benavídez la documentación sobre la salida de Maradona de la Clínica Olivos, firmada por las tres hijas, Gianina, Dalma y Jana, y por los doctores Luque y Agustina Cosachov, psiquiatra. Las alternativas eran tres:

* Una opción, con la que insistían las autoridades de Swiss, era la internación en una institución intermedia, en la que se continuara el proceso de desintoxicación de los medicamentos y el alcohol. Esa institución permitía un control de lo que Maradona iba a ingerir en cuanto a medicación, líquido y alimentos, al mismo tiempo que se verificarían todos sus parámetros. Sin embargo, esta alternativa requería la firma de Maradona, pero él de ninguna manera la aceptaría.

* La segunda opción era hacer intervenir a la Justicia, es decir declararlo incapaz por constituir un peligro para sí mismo. Las hijas sostuvieron que no harían una presentación de esa naturaleza y que, en cierto sentido, Maradona tenía derecho a decidir.

* Finalmente, las tres hijas, Luque y Cosachov presentaron la idea de llevarlo a la casa de Tigre. Los médicos de Swiss dijeron que era una solución ineficiente que llevaría nuevamente al descontrol y que no existe la internación domiciliaria para un problema psiquiátrico como el que padecía Maradona. Afirmaron que no había control posible si el acceso al lugar y al paciente lo tenían el propio paciente o su entorno.

En Benavídez, el equipo de fiscales va despejando el humo de los primeros momentos. No existen demasiadas discrepancias en los horarios, el tiempo en que se llamó a las ambulancias, la llegada de las emergencias y la actuación limitadísima de los enfermeros. La Justicia deberá decidir si la inexistencia de un desfribilador o la ausencia de un médico son causales de una mala praxis. Es un terreno sinuoso en el que deberán transitar.

Por Raúl Kollmann, en Página 12

 

 

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